Editorial Sloper

literatura de la que dura

Raúl Jiménez obtiene el premio de narrativa Sloper 2019 con El peor ciego, una novela con la vocación de contención del relato.

Un jurado formado por Begoña Méndez, Nadal Suau, Carlos Meneses, Ben Clark y Román Piña Valls, reunido el 27 de septiembre en Palma, concedi ó el premio Sloper 2019 al manuscrito de Raúl Jiménez.

Biobibliografía: 

Raúl Jiménez ha trabajado como realizador audiovisual para distintos medios de comunicación y productoras, así como para la Universidad de Alicante y la Universidad Miguel Hernández de Elche. Es  director además del proyecto Literal Forest y algunos de sus textos han aparecido en la publicación Hünter Art Magazine. Participa desde hace años en la tertulia de  Los Innuendistas y acaba de ingresar en el equipo de trabajo que desarrolla Negroni y Criminal, un ciclo literario que combina el cóctel Negroni y la novela de género negro.

En 2015, publicó su primer libro, de relatos, titulado Sin Manos y otras proezas de la infancia, junto al ilustrador Rodrigo García. Tres años después, Raros, torpes y hermosos, una colección de cuent os caracterizada por su mordacidad e ironía.  El peor ciego es su primera novela.

El peor ciego:

El libro es una carta de amor al western, y juega por ello con sus símbolos, personajes, situaciones  y escenarios más característicos: el pueblo, los forasteros, el linchamiento, la mula, el ahor cado, el reverendo, la culebra, el tren, la celda, el cactus, la biblia, el hotel, el borracho,...  Bajo esta carcasa, se desarrolla sin embargo una reflexión envenenada sobre la fe. Puede entenderse la historia como una alegoría sobre la tozudez con que nos aferramos a nuestras creencias más irracionales aun cuando la realidad se empeña en mostrarnos, una y otra vez, su verdadero rostro.

Es una novela no apta para asmáticos, pues la trama arrastra al lector por largos caminos de tierra y de polvo co mo si le tuviese atado por las botas al guardabarros de una ranchera. El escenario resulta vital en esta historia. La cementera y los descampados colindantes pueden considerarse un personaje más. 

De igual manera, resulta inevitable destacar el amor, la rivalidad y la lealtad entre hermanos como uno de los temas centrales de este trabajo.   

En ocasiones, una inocente travesura desemboca en una sucesión de hechos desgraciados. Así arranca esta historia. 

El detonante:

Dicen algunos que la escritura de una novela no responde nunc a a una sola chispa o detonante. Pero Raúl Jiménez, sin embargo, identifica sin esfuerzo “cierto recuerdo como el motor principal de esta historia”. 

“Me refiero —explica— a un paseo en concreto, que di el febrero pasado, por los alrededores de la cementera abandonada en San Vicente del Raspeig.  Aquella caminata me causó una honda impresión. No porque no hubiera visto antes la gran esfera de hormigón, las altas chimeneas o las vagonetas oxidadas sobre la cinta transportadora, sino porque esta vez lo hice bajo un sol despiadado y algo aturdido además por la ansiedad que me producía la falta de nicotina. Llevaba un par de semanas sin fumar. Ahora,  por cierto, llevo siete meses.” 

Propósito o ambició n:

El propósito inicial era retratar la cementera de su pueblo y homenajear las películas de Clint Eastwood y Sergio Leone. Todo el spaghetti western en realidad. También aquellas viejas novelitas de Silver Kane o Marcial Lafuente Estefanía que había visto en el rastro de Benimagrell. Al principio, un propósito excesivamente ambicioso. Sin embargo, la cosa se fue complicando. La historia em pezó a crecer y pronto se dio cuenta de que tenía entre manos una de esas novelas que tratan de hablar sobre lo efímero de la vida, sobre la muerte y la fe. Es decir, “un dolor de cabeza tremendo. ¡Una trampa para osos!” 

Jiménez temía precipitarse por el acantilado de la pedantería, “el peor de los acantilados. El peligro estaba en cada curva. La escritura fue, por tanto, un equilibrio constante entre lo pretencioso y lo frívolo. No quería caerme por ninguno de los dos extremos.”

Fuentes, referencias, modelos: 

“He perdido la cuenta de las veces que  escuché el disco Nebraska, de Bruce Springsteen, mientras escribía este libro”.

“Mis gustos literarios. Van desde Francisco Umbral a Raymond Carver. Tengo cierta querencia hacia el género del relato. Valoro mucho su concreción y  brevedad y fantaseo a menudo con que se me pegue algo de su contención. Como es sabido, en los relat os mejor armados no sobra ninguna palabra.”

La historia avanza como una flecha, como reconoce el jurado del premio. Jiménez: “Me gust aría que los lectores avanzaran por mi libro a toda máquina, y que meterse en él fuera como descender por un tobogán. Pero, sobre todo, me gustaría que no hubiera ninguna pieza de más. Que cada palabra fuera un engranaje necesario.” 

Preguntado por sus modelos, Jiménez menciona a Miguel Delibes, a Carson McCullers y a Flannery O´Connor. 

Presentación del jurado:

Es una curiosa coincidencia que tras el premio Sloper en 2018 de Romero Santos, por su El suelo es lava, en el que aparecen varios relatos western, un año después obtenga el premio Sloper u na novela escrita desde la técnica del relato breve y desde la influencia de o el homenaje al western.

El peor ciego es un texto impecable, de prosa depurada, un relato que interesa desde la primera página, con la presentación de una familia en un entorno rural que de forma inmediata ofrece una tensión narrativa al lector y lo lleva volando hasta el final. La relación de los hermanos protagonistas, primero niños, luego adultos, está contada con un lenguaje seco y a ratos lírico sin verbosidad. Es una novela de una rara perfección, que prueba una dura y larga travesía del autor curtiéndose en la escritura.